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Los motores diésel y gasolina son los protagonistas de una rivalidad que ha moldeado la industria automotriz desde sus comienzos. Mientras el motor de gasolina fue el primero en ver la luz, con los pioneros inventos de Karl Benz a finales del siglo XIX, el motor diésel no tardó en aparecer, gracias al ingeniero alemán Rudolf Diesel, quien en 1893 desarrolló un motor capaz de ofrecer alta eficiencia para cargas pesadas, razón por la cual el diésel pronto se ganó su lugar en el sector industrial.
En Europa, la preferencia por los motores diésel y gasolina ha ido variando con el tiempo, impulsada tanto por los avances tecnológicos como por las políticas gubernamentales y los cambios económicos. En los 90 y principios de los 2000, el viejo continente, y especialmente España, vivió un auténtico auge del motor diésel. Con el apoyo de incentivos fiscales y un consumo más bajo, el diésel se convirtió en el favorito para muchos. La promesa de una mayor autonomía y ahorro en cada depósito hizo que, en la década de 2000, hasta el 70 % de los coches nuevos en España fueran diésel.
Sin embargo, esta tendencia comenzó a revertirse a partir de 2015 con el caso “Dieselgate”, el escándalo que destapó que varios fabricantes, como Volkswagen, habían manipulado las emisiones de sus vehículos diésel. Esto, sumado a una creciente preocupación ambiental y a las nuevas normativas europeas de emisiones, hicieron que el diésel comenzara a perder terreno. Hoy en día, la preferencia vuelve a inclinarse hacia los motores de gasolina, más limpios y baratos de producir, y cada vez más, hacia opciones híbridas y eléctricas. España, por ejemplo, ha bajado el consumo de diésel drásticamente.
¿Qué motor dura más?
Cuando se trata de aguantar kilometraje, los motores diésel y gasolina tienen sus propias personalidades: uno es el veterano experimentado y resistente, y el otro es el joven atlético y ágil, pero que necesita algo más de mimo. Los motores diésel solían ser más duraderos en tiempos pretéritos, con una vida útil promedio de 300.000 a 500.000 kilómetros, y mucho más, mientras que los motores de gasolina rondaban los 200.000 a 300.000 kilómetros. Esta diferencia se empezó a reducir con la llegada de nuevas piezas y tecnologías.
Los motores diésel suelen estar hechos “para la guerra”: componentes más pesados, mayor compresión y un sistema que puede funcionar bien en largas distancias y trabajos de carga. Es como si el motor diésel lo hubieran diseñado para vivir en la carretera sin pedir muchas vacaciones. Esto no significa que el diésel sea inmortal; también necesita su buena dosis de mantenimiento: cambios de aceite, tener cuidado del sistema de inyección y filtros, y evitar trayectos muy cortos, que no le permiten calentarse bien y desgastan más rápido sus piezas.
En contraste, los motores de gasolina son como el “chico cool” del barrio: rápidos, ligeros y con un sonido atractivo, pero con tendencia a cansarse si no se cuidan bien. Al estar hechos de piezas más ligeras y contar con una menor compresión, suelen durar menos kilómetros que los diésel. Sin embargo, los motores de gasolina de buena calidad pueden sorprender en cuanto a durabilidad, especialmente si reciben sus cuidados y si se evita someterlos a un alto regímen de revoluciones constantemente. Gran parte depende de cómo lo cuides.
Modelos como el Mercedes-Benz E300D y los bloques TDI inyector-bomba de Volkswagen se han ganado un puesto en el paseo de la fama del mundo del diésel por sus capacidades de recorrer miles y miles de kilómetros con relativa facilidad. Y entre los coches de gasolina famosos por su durabilidad podemos destacar el Toyota Corolla y el Honda Civic, que, con un buen mantenimiento, son perfectamente capaces de alcanzar los 500.000 kilómetros sin mucho esfuerzo. En cualquier caso, los propulsores atmosféricos siempre serán más fiables.
A fin de cuentas, la longevidad de un motor depende de múltiples factores. La calidad de los componentes es esencial; algunas marcas han invertido muchos años de desarrollo para que sus motores sean virtualmente indestructibles. Luego está el tipo de uso: un diésel que hace trayectos cortos cada día se desgastará más rápido que uno que vive en la autovía, mientras que un gasolina que se lleva en largos viajes con calma durará mucho más. Finalmente, está el factor humano: el mantenimiento. Ningún motor dura si sus dueños no le dan cariño de vez en cuando. Así que, sea diésel o gasolina, para que tu motor viva muchos años, trátalo bien.
Consumo y costes: ¿Cuál es más económico?
El consumo de combustible en los motores diésel y gasolina ha sido una cuestión de eterno debate, y la respuesta depende más del contexto que de la simple eficiencia bruta. En los entornos urbanos, los motores de gasolina suelen consumir menos debido a su capacidad de alcanzar la temperatura óptima más rápido y manejar mejor los constantes arranques y paradas. Un coche de gasolina, en ciudad, ronda de los seis a 10 litros cada 100 kilómetros, mientras que los diésel, aunque más eficientes, suelen moverse entre los 5 y 8 l/100 km.
¿Por qué la diferencia? Los propulsores diésel están diseñados para largas distancias, y los trayectos cortos no permiten que el motor alcance su rendimiento ideal. En carretera, la cosa cambia: aquí el diésel se convierte en el claro ganador, con consumos que pueden ser hasta un 30 % más bajos que los motores de gasolina. Su rendimiento en trayectos largos es notablemente superior, y se sitúa entre 4 y 6 l/100 km, mientras que un gasolina ronda los 6 a 9 l/100 km en el mismo trayecto. En uso mixto, que combina ciudad y carretera, el diésel sigue siendo generalmente más eficiente. Pero la diferencia ya no es tanta, especialmente con la evolución de los motores de gasolina y el auge de los modelos híbridos.
Ahora, cuando hablamos de precios del combustible, en países como España el diésel ha sido históricamente más económico que la gasolina. Sin embargo, en los últimos años, esa diferencia se ha reducido y, en algunos casos, la gasolina ha llegado a ser competitiva en euros por kilómetro. A esto se suma el precio inicial de cada coche. Los de gasóleo suelen ser más caros de entrada, debido a la complejidad de sus mecánicas y al coste de sus piezas, mientras que los modelos a gasolina suelen tener unos precios iniciales más bajos, algo que puede hacerlos atractivos para quienes no planean recorrer grandes distancias.
En cuanto a mantenimiento, los motores diésel pueden salir más caros, ya que requieren componentes más robustos y un sistema de inyección de combustible sofisticado. Además, los diésel modernos necesitan filtros de partículas y catalizadores especiales que, con el tiempo, pueden requerir reparaciones costosas. El mantenimiento de un motor de gasolina es, en general, más sencillo y económico, lo que lo convierte en una opción menos exigente para el bolsillo en talleres. No obstante, en cuanto a reparaciones imprevistas, la gasolina suele ganar en simplicidad, pues sus sistemas mecánicos son menos propensos a problemas.
Finalmente, en lo referente a incentivos y ventajas fiscales, los vehículos de gasolina han sido tradicionalmente favorecidos en las grandes ciudades por sus menores emisiones de óxidos de nitrógeno (NOx), que son especialmente elevados en los diésel. Sin embargo, muchos países europeos han introducido políticas de baja emisión y bonificaciones fiscales para vehículos de bajas emisiones, beneficiando tanto a los gasolina más eficientes como a los modelos híbridos y eléctricos. Además, algunos países aplican impuestos adicionales a vehículos diésel antiguos, penalizándolos en zonas urbanas y acelerando su jubilación.
¿Qué pasará con los diésel en 2024?
Desde 2024, las regulaciones en Europa traerán un panorama menos amable para los diésel. La Unión Europea ha reforzado su compromiso con la reducción de emisiones y el combate al cambio climático, y una de sus herramientas clave son las zonas de bajas emisiones (ZBE). Estas áreas, cada vez más comunes en urbes europeas, restringen el acceso a los vehículos que no cumplen con ciertos estándares de emisiones. En el caso de los diésel, los que tienen más de 10 años o no cumplen la normativa Euro 6 son los primeros en quedar fuera de estas zonas.
En España, esta normativa es particularmente relevante, ya que desde 2024 las ciudades de más de 50.000 habitantes estarán obligadas a crear sus propias ZBE, como ya sucede en Madrid y Barcelona. Esto afecta directamente a muchos conductores de vehículos diésel antiguos, que ahora se enfrentan a la posibilidad de tener que cambiarlo o resignarse a dejar el coche fuera de las zonas de bajas emisiones. Además, algunos ayuntamientos están estudiando la opción de añadir peajes urbanos para vehículos que generen más emisiones, lo que pondría aún más trabas a los coches diésel en zonas urbanas.
Y para los fabricantes, el mensaje es claro: el diésel ya no es el motor estrella. Muchas han sido las marcas que han reducido o directamente eliminado sus opciones de motorización diésel en modelos nuevos, apostando en cambio por vehículos híbridos y eléctricos. Esta tendencia marca una caída en la producción y venta de diésel en el futuro próximo, ya que la industria automotriz ha puesto su foco en cumplir con los objetivos de reducción de emisiones de la UE para 2035, cuando se espera que no haya vehículos de combustión tradicionales en el mercado europeo.
Ventajas y desventajas de cada tipo de motor
Motores diésel
- Ventajas: mayor eficiencia en largos recorridos, par motor elevado, menores emisiones de CO2.
- Desventajas: mayor coste de mantenimiento, problemas con las emisiones de NOx, restricciones en ciudades.
Motores gasolina
- Ventajas: menor coste de adquisición, menos restricciones, mantenimiento más sencillo.
- Desventajas: mayor consumo de combustible, menos eficientes en trayectos largos.
Alternativas y tendencias futuras: híbridos y eléctricos
Las alternativas al diésel y la gasolina están pisando fuerte en el mundo automotriz. Los híbridos y eléctricos se han convertido en las opciones más populares para quienes buscan una conducción más ecológica y económica, puesto que estos modelos prometen ser más sostenibles y eficientes en comparación con los motores tradicionales de gasolina y diésel.
Los híbridos, que combinan un motor eléctrico con uno de combustión (diésel o gasolina), ofrecen lo mejor de ambos mundos: un consumo de combustible más bajo en la jungla de la ciudad y buena autonomía en carretera, pero aún dependen de la gasolina. Por otro lado, los eléctricos son 100 % impulsados por baterías, lo que significa cero emisiones locales y un ahorro significativo en costes de “repostaje”, aunque su autonomía y el tiempo de recarga siguen siendo desafiantes en comparación con los motores tradicionales.
Entre los pros de estas nuevas formas de impulsión, destacan el ahorro en combustible y mantenimiento, así como las exenciones fiscales y beneficios en estacionamientos o peajes en muchas ciudades. Sin embargo, también tienen sus contras: los híbridos pueden resultar costosos y siguen emitiendo gases, mientras que los eléctricos puros dependen aún de una infraestructura de carga en crecimiento y requieren de cierta planificación en viajes largos. Eso no quita que el mercado de vehículos eléctricos esté en pleno auge.
En resumen, mientras los motores de gasolina se valoran por su respuesta más ágil y un menor impacto ambiental en comparación con el diésel, este último sigue siendo imbatible en términos de eficiencia de consumo en largas distancias. Aun así, la balanza parece estar inclinándose hacia un cambio definitivo, donde ni gasolina ni diésel serán los protagonistas, sino tecnologías “verdes” que prometen ser las nuevas impulsoras de nuestra movilidad.